HAY BODA, EN LA CARCEL. (publicada en junio de 2018)
El sabe que mañana será igual que ayer, que antes de ayer, que el mes que viene, que el año entrante; sin embargo quiere creer que será distinto. Esa posibilidad de elegir como será su día, lo hace libre en su propia cárcel.
Transcurrieron 842 días de aquel lunes cálido de
invierno, donde Juan abrió el primer paréntesis en su corta vida, faltando más de
2160 noches para cerrarlo.
Es así, en la cárcel, las personas viven en
paréntesis.
En la provincia de Córdoba, según autoridades de la
Dirección General de Registro Civil, se celebran poco de 10 uniones civiles por
año con personas privadas de su libertad, en su mayoría son internos
hombres los que solicitan este derecho.
También hay mujeres, pero no superan los 10.
Juan lleva el nombre de sus progenitores. De su boca
escupe el único recuerdo de sus padres: una vieja prostituta que una noche lo
engendró entre varios Juanes y a modo de testamento, a demás de su nombre sólo
le dejo la certeza de que jamás conocería a su papá.
Eligió no tener pasado, ni recuerdos familiares,
tampoco cree merecer el futuro y si le llegara, le da terror que lo encuentre así…sin
nada.
Sólo es dueño de muchos objetos, más de 80, que están
contabilizados y rubricados como las firmas de un viejo escribano. Desde el
tobillo y hasta la ceja, los 84 objetos están grabados en tinta sobre su
cuerpo: Talleres, la Mona, una serpiente, una cruz, un rosario, una mariposa asimétrica
y desteñida, y completa la declaración jurada una lista de nombres de mujeres.
Dos son recientes, grabada en mayúscula y en tipo palo seco una dice “DORA”, es
la persona a la que ama: una vieja de 75 años vendedora de ropa de su barrio
que usurpo como tía; y la otra apenas susurra “VALERIA”, con quien se casará
mañana jueves a las once en la cárcel.
Uno de sus compañeros de celda dice que aun en
invierno suele estar en cueros, tomando lista a esas mujeres marcadas en sus brazos,
piernas, cuello y manos, siempre lejos del corazón. Si alguno de sus tatuajes amenazara
su existencia con esfumarse, vuelve a redibujarlo con la intensidad y la pasión de quien alguna vez
escribió “te amo” en un boleto o en una
servilleta.
Las bodas son verdaderas puestas en escena, sea el
lugar que sea, y cualquiera fuese el presupuesto. Para los Organizadores de eventos
sociales, o presentados ahora como Wedding Planner o Event Planner; organizar
este tipo de celebraciones es disponer de un amplio repertorio de elementos
significativos, que en su mayoría estando socialmente ritualizados, crean un
clima determinado donde las personas al entrar en él se proyectan y
experimentan variadas sensaciones.
Estos profesionales ven mas allá de las cosas que la mayoría
miramos, para poder resignificarlas. Por ejemplo, para un organizador, un
florero de vidrio no es un recipiente donde colocan las flores, sino que es una
imagen, un símbolo que por su color, forma, tamaño, textura y disposición
comunica algo en particular; contribuyendo a crear un clima, a modo de
escenografía en una obra de teatro.
El verdadero objeto de los organizadores de bodas y
demás eventos, son las emociones y los sentimientos de las personas; las
flores, lámparas, cazuelas de pollo, luces leds, cotillón y centros de mesas,
son sólo herramientas y medios donde se vehiculizan los conceptos que recrearan
el clima elegido para involucrar a los públicos comprometidos.
Valeria, desde hace cuatro meses está recorriendo el
registro civil de la calle Caseros, es ella quien gestiona los papeles de su boda.
“Ya tenemos por suerte la autorización del Juez de la causa de Juan”, expresa
la novia, mientras se libera con esto el paso para que en conjunto con los
responsables de trabajo social del complejo penitenciario, se empiece a organizar
la boda civil.
Dora, dice vender lo poco que puede conseguir de ropa
por whatsapp a los más cercanos de su casa.
Sus pies solo la dejan arrastrarse desde la cama al cigarrillo, de la
mesa al otro cigarrillo y del patio al décimo quinto cigarrillo del día, sufre
la soledad de una obesidad crónica.
Juan sueña con las tortas de su vieja tía. Ella sentada
en una silla plástica encima de otra de caño, está dispuesta a decorar la torta
de la boda, y entre el humo del cigarrillo hace como que se olvida de las recomendaciones
que le hicieron de no decorarla tanto, porque en la requisa algún guardia disfrutaría
clavándole cuchilladas cada cinco centímetros de arriba y de los costados, para
ver si detectan algún metal indebido.
Juan es egoísta, es un gran fabulador cuando aparece
Valeria en su visita cada 15 días, ella está convencida de querer amarlo aunque
no se encuentra en las promesas de Juan porque ninguno de los dos compartieron
sus sueños desde que empezaron a dormir juntos.
El despojo en la cárcel demandaría metros de tela
blanca para transformar un box de tres por cuatro metros donde se realizará la
ceremonia. Ni flores, ni manteles, ni música, ni anillos, ni arroz, ni algo
nuevo ni algo azul, sólo un vestido prestado será lo que figura en la checklist
de la novia.
La jueza que los casará llegó temprano y es recibida
por los guardias donde la requisan al igual que a los cuatro invitados a la boda: la tía, el
remisero que la lleva, la hermana de la novia y un amigo fotógrafo que pensó
iba a poder entrar con su cámara de foto y solo se quedó con lo que pudo
registrar en sus retinas, de igual modo a nadie de afuera parecería interesarle
el recuerdo de ese día.
La trabajadora social del servicio penitenciario,
pidió la autorización a sus superiores para poder ingresar un cuchillo sin filo
con el que Dora primero armaría de nuevo la torta para luego cortarla; oculta
los tajos que le hicieron en la entrada, en silencio y con la cabeza perdida en
una de las flores de glasé, se resigna como siempre a que la vida le haya dado
esta tarea de reparar lo que se corta sin derecho y sin piedad.
La verdadera tarea de los Wedding Planner es hacer
inolvidable y perenne el encuentro, se trata de recordarlo pero asociado a
conceptos positivos; no es cuestión de acordarse del papelón de aquella fiesta
donde se corto la luz o se cayó la madrina al ingresar.
Para garantizar el recuerdo positivo, es necesario
considerar los modelos o construcciones mentales que tienen las personas que
están involucradas en la boda, desde los protagonistas hasta el último
invitado. Ya que cada detalle es comparado en la mente de las personas con
aquel modelo que construyen a lo largo de su vida y es a partir de esto que
evalúan, y de este resultado depende como se involucran en el evento.
Ahí es donde radica el mayor esfuerzo de los profesionales,
descubrir qué modelo de ceremonia edificaron los novios, sus padres y los
invitados, para luego disponiendo de todos los elementos significativos, lograr
la reconstrucción como lo hace el director de una película; porque todo es
fantasía, todo es magia en los eventos… nada es lo que parece ni nada es
insignificante.
Hay personas que aun en los salones más exclusivos de
hoteles internacionales, o en estancias de postales, no se casan por amor, o
por lo menos el amor que nosotros nos imaginamos que debería movilizar estas
celebraciones.
Temas de herencias, reconocimientos de hijos, miedo a
la soledad, asuntos económicos, patologías ocultas en los certificados de buena
salud; son algunos de los motivos de una boda también, lo que justifica que haya
un motivo para celebrar.
Ella paso rápido el control policial y la oficial fue
amable cuando la desvistió para la requisa,
no quería perderse el espectáculo de mirar cómo se viste una “enamorada
del muro” como las llaman a las mujeres que fantasean con hombres privados de
su libertad.
Para la psicóloga María del Carmen Daghero,
especialista en psicología forense y Perito de Parte, se denomina Parafilia a una desviación sexual, donde la excitación
se da en objetos inanimados o en situaciones atípicas. La especialista agrega:
“la Eclitofilia se dá en aquellas mujeres que se casan o buscan unirse con
hombres privados de su liberad por algún delito grave o un crinen”. Aquellas
“enamoradas del muro”, fantasean así con cambiar la vida del otro, como lo puede
hacer una madre con su hijo, “aun prescindiendo de cualquier tipo de contacto
físico sexual” concluye la especialista.
Rápido y ansiosa Valeria abrió la bolsa plástica de
una conocida tienda de un hiper mercado, primero aparecieron unas flores como
si hubiesen germinado en ese mismo lugar, la escena fue romántica pero solo por
tratarse de una flor.
Luego, a modo de acordeón, de la bolsa de unos
cuarenta centímetos de ancho salió un vestido blanco con tul. Al piso cayó un
cinto de la misma tela con una hebilla brillante bordada con muy pocos
canutillos, donde la mitad quedó en el piso.
El testigo de la ceremonia es el compañero de Juan,
que el juez no autorizó su casamiento porque está cumpliendo condena por un
delito contra las personas, y es la segunda mujer que desfigura en sus primeras
escenas de celos.
El testigo creyó que casándose, en el acta iba a
figurar tanto amor como para hacerlo más
bueno. Abusando de su actitud altruista y amorosa le confesó al trabajador
social “que estaba dispuesto también a darle el apellido a los hijos de su
novia”, claro que no son suyos biológicamente. Lo que se olvido de confesar, es
que a sus cinco hijos biológicos aun no los reconoce.
La oficial fue testigo de aquel momento en cámara
lenta cuando Valeria se introducía en ese caracol arrugado de tafeta algo opaco
por el tiempo, tenía que maquillarse y peinarse todavía, pero no le importaba
dijo, sentía que cada movimiento era un plano en detalle de esa película que
había visto de chica.
En esas vidas vacías, ella siente poder al intuir que sólo
es el cable a tierra de Juan, es lo único que lo une con la realidad, aquella
que ninguno ahora quieren ver y
prefieren seguir fabulando.
El si sabe que la rúbrica de su firma en el acta, como
los nombres de sus tatuajes, son solos símbolos, los únicos testigos de sus sentimientos,
solo la fantasía de saber que hay
alguien para recordar; pero que esa no es la forma de amar, sino de parar el
tiempo, de retener a alguien que aunque no piense en vos estará obligado a hacerlo.
A medida que pasan los días en ese encierro despojado
de todo y mucho mas, empieza a creer que después de ese paréntesis puede
escribirse un poco mas de historia, pero ninguna de amor, eso lo sabe y parece
tranquilizarlo.
Sin embargo está parado frente a su tía quien le acomoda
el moño negro y dorado que le trajo el remisero adentro de un tapper, y aunque
le prometieron que el pastor iba a compartir unas palabras de la biblia, el
sintió que Dios también seguirá ausente, siempre creyó que Dios elige.
De pronto cuando ingresa Valeria con su vestido blanco
cuyo hombro remata con una leyenda también tatuada que dice “no hay amor sin
libertad”, Juan empieza a creer que el
amor existe, pero se corta de inmediato con la voz de apuro de la jueza remarcado
con la puerta del box que se cerró, ruido que retumba por lo chico del lugar.
“Cuando hacemos uso del amor y lo utilizamos para huir
de nuestra incomodidad, estamos condenados a destruirlo. Si utilizamos este
sentimiento como refugio de lo que no podemos soportar en nuestras vidas,
estamos huyendo de nosotros mismos” dice Eric Fromm. De nuevo, ¿importa el tipo
de amor para celebrarlo y compartirlo?
Si amar es dar lo que uno no tiene y por amor lo
entrega, tal vez solo haya amor en ese box donde se están casando Juan y
Valeria, donde él sueña y ella sólo fantasea, donde él nunca pensó en encontrarse
y ella nunca creyó en separarse.
El clima de esa ceremonia confiesa que ella se quedo
esperando aquello de “hasta que la muerte los separe” y esto yo lo juro, que
ella se quedo con más ganas de un beso en vez de aquel abrazo que Juan le dio
al final de la ceremonia, no por eso cargado de emoción, afecto, cariño y
admiración.
Cristian Fonseca
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